El “canto a lo divino” y la religiosidad popular chilena (1850-1930): Características y tópicos de la poesía popular religiosa chilena
Por Javier Zárate C. Licenciado en Historia con mención en Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
En el presente artículo se busca realizar una somera apreciación de las principales características de la religiosidad popular chilena, utilizando como herramienta principal para el logro de este objetivo a los testimonios compilados en las publicaciones de lira popular de la última parte del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Es a través de esta fuente, y en específico de aquellos textos pertenecientes a la corriente del “canto a lo divino”, que se busca delimitar los tópicos clave que hacen de la religiosidad popular chilena de la época una variante única del pensamiento católico.
Hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX, es posible apreciar en el Chile Central la proliferación de publicaciones de lo que se ha denominado “poesía popular chilena”, la cual se constituye como una forma de expresión artística originaria del mundo rural, en la cual, de acuerdo a determinadas reglas y características, se expresan múltiples aspecto que constituyen los intereses, motivaciones y creencias del mundo agrario popular de nuestro país. Son cultores de esta forma de poesía los denominados “puetas”, los cuales, provenientes en la mayoría de los casos del mundo agrario popular, heredaban esta forma de expresión dedicando parte importante de su tiempo a cultivarla y compartirla con la comunidad, en la cual poseían estos una importante valoración. Si bien esta forma de poesía está presente en el suelo nacional desde varios siglos, recién en el período aquí señalado comienza a surgir un afán de publicación material de estas obras; esfuerzo que eventualmente decaerá para volver a dar paso de manera casi exclusiva a la forma de transmisión tradicional de estas obras, gracias a la cual perviven hasta la actualidad: la oralidad.
El canto a lo divino se constituye como uno de los dos grandes tópicos de la poesía popular chilena, en conjunto con el denominado “canto a lo humano”; diferenciación que responde a los temas abordados por cada tipo de poesía. “Esta poesía, ha sido tradicionalmente clasificada por sus temas, siendo los dos grandes tópicos lo divino y lo humano. De ahí el nombre de Versos a lo Divino, que atañe a temas bíblicos y religiosos en general y de Versos a lo Humano, referentes al mundo de los hombres”.[1] Rodolfo Lenz señala además respecto de los Versos a lo Divino (llamados también “a lo adivino”) que “Tratan temas serios, problemas relijiosos o filosóficos, leyendas de santos, rezos, quejas sobre la vanidad de todo lo humano, el juicio final, etc. La mayor parte de las poesías de este grupo sirven para los velorios”.[2]
El canto a lo divino, constituido por los denominados “versos a lo divino”, conforma así la apropiación y reinterpretación que hace el pueblo chileno de los elementos propios del culto católico, añadiendo a estos sus características culturales propias, todo lo cual se manifiesta en estas obras artístico-religiosas en las cuales se condensan los saberes que constituyen su experiencia espiritual. Esta costumbre, sin embargo, no es exclusiva de la religiosidad popular chilena, pudiendo rastrearse su existencia varios siglos antes. De acuerdo a Maximiliano Salinas, “los orígenes históricos del canto a lo divino provienen del Otoño medieval hispánico, del ´400, con la poesía franciscana de Iñigo de Mendoza y de Ambrosio de Montesino, entre otros”.[3] Los tópicos, abordados por la vertiente chilena de esta forma poética se asimilan así en muchos casos a aquellos utilizados por la versión europea, teniendo sin embargo los primeros el sello característico de la cultura campesina nacional.
Hacía el período señalado, el canto a lo divino se había constituido como una práctica eminentemente popular y de marcado origen rural, siendo desarrollada principalmente por individuos provenientes de estos sectores socioculturales. El canto a lo divino surge así como una forma de expresión propia de los sectores agrarios, siendo cultivada por individuos que, en la mayoría de los casos, “heredan” estas formas de manifestación artístico-religiosa, y los cuales en muchas ocasiones se limitan a guardar para sí el registro escrito de dichos versos y a interpretarlos recurrentemente en las ocasiones destinadas a estos fines. Existen, sin embargo, otros cultores que llevan más allá esta práctica, desarrollando una producción artística propia y publicando sus trabajos para la difusión popular. Estos poetas populares, o “puetas”, como también se les ha denominado, cultivaron en muchos casos el canto a lo divino en conjunto con otras formas de la poesía popular chilena, llegando algunos a alcanzar una importante fama por medio de la difusión impresa de su obra dentro del entorno urbano.
Se desarrolló así la llamada “literatura de cordel”; nombre que hace referencia al método de venta de estas publicaciones (atadas a un cordel en las calles). Dentro de las obras comprendidas dentro de este conjunto podemos encontrar trabajos de variadas temáticas, dentro de las cuales se incluían versos propios del canto a lo divino. “Acerca de la temática de estas liras populares escribe el Prof. Avila Martel: Se ocupan de todo lo que puede interesar a un modesto público de obreros, campesinos, domésticas. Comprenden además de temas tradicionales a lo divino, de los muy curiosos versos de la muerte del angelito y de rastros del Romancero, los asuntos de actualidad, grandes y menudos, disputas entre los puetas en su competencia por la popularidad y sobre todo, en la gama de asuntos que hoy llamamos crónica roja: crímenes, juicios de condena de muerte, sucesos prodigiosos, alardes patrióticos en las fiestas nacionales, con ocasión de los problemas con Argentina, candentes a la sazón, y de la política interna”.[4]
La poesía popular se constituyó de esta manera como una forma fundamental de expresión de la cultura de los sectores populares chilenos de la última parte del siglo XIX y las primeras décadas del XX. En ella podemos encontrar plasmados los diversos temas considerados de interés por el pueblo, en donde ocupan un lugar importante los versos dedicados a temáticas religiosas. La producción de estos textos fue profusa, en parte debido a las necesidades de sus autores, quienes vivían de lo obtenido gracias a la venta de estas obras, y también debido a la alta demanda de ellas por parte de la población, casi exclusivamente de raigambre popular.[5] Entre los principales cultores de la poesía popular chilena encontramos así a Daniel Meneses, Bernardino Guajardo, Rosa Araneda, Nicasio García, Juan Bautista Peralta, Liborio Salgado, Rómulo Larragaña (Rolak), Juana Acevedo, Pancho Romero, Juan Ramón González, José Hipólito Casas-Cordero, Patricio Miranda Venegas, Juan Agustín Pizarro, Abraham Jesús Brito, Rafael Cordero, Felicito Martínez, Heraclio Acuña, y el Ñato Vásquez.[6]
Gracias al registro existente de sus obras se ha podido realizar un análisis de los principales elementos que componen el canto a lo divino, y que reflejan en gran medida los tópicos fundamentales de la religiosidad popular chilena de fines del siglo XIX y principios del XX. En los versos a lo divino podemos ver una amplia gama de décimas dedicadas a una variedad episodios bíblicos, en donde, sin embargo, destacan especialmente, por su abundancia y originalidad algunos tópicos y episodios en especial.
Un primer elemento guarda relación con la importancia del culto mariano en la obra de los poetas populares. Existe así una copiosa cantidad de décimas en las cuales el culto a la Virgen María ocupa un rol esencial y protagónico. Un ejemplo de esto lo podemos apreciar en este extracto del poema de Rosa Araneda, titulado solamente “Versos a lo adivino”:
“María, la más hermosa
En la tierra i en el cielo,
Es del hombre su consuelo
Divinidad milagrosa”.[7]
Al igual que este, es posible encontrar múltiples versos en los cuales la figura de la Virgen se enaltece y glorifica. Destaca de manera especial la existencia de una imagen profundamente “maternal” de la figura de María, recalcándose así constantemente su bondad y protección para con la humanidad.
“Yo te tengo en la memoria
Porque sois bella, señora,
Sin descansar una hora
Con cariño santo i tierno,
Del anciano i del moderno
Sois la reina protectora”.[8]
La presencia de estas constantes alusiones a la figura de la Virgen como madre, en donde se destaca su ternura y su preocupación por el pueblo cristiano, implican a su vez una importante connotación a nivel dogmático, en la medida en que se contravenía la figura de la Virgen María impuesta desde la institucionalidad católica. “La religión popular, al reivindicar la ternura de María, su condición de madre pobre, necesitada, frente a su hijo recién nacido, rechaza la concepción femenina y mariológica dominante, de cuño aristocrático y patriarcal”.[9] La Virgen del pueblo es así una figura cercana y maternal, intermediaria entre Dios y el pueblo, el cual la considera a su vez un eje esencial de su religiosidad. María pasa a ser no solo la madre de Jesús, sino que además se transforma en la madre del pueblo, pasando a ocupar un rol fundamental en su experiencia religiosa. La centralidad de la Virgen implica una reivindicación de lo femenino y de su importancia dentro del esquema social.
La reivindicación de lo femenino en la religiosidad popular va más allá de la figura de la Virgen María, pudiendo apreciarse además la existencia de versos dedicados al culto a María Magdalena.
“Mundana fue Magdalena
I después se arrepintió:
Acompañó al Salvador
Hasta que ya feneció”.[10]
El mismo poema citado presenta hacia su última décima un elemento profundamente llamativo:
“Al fin fue grande el contento,
El placer i la alegría,
Que en su corazón sentía
Mucho antes del prendimiento.
Vió dar el último aliento
A Jesucristo enclavado
En el madero sagrado.
I digo aquí al contemplar:
¡Antes de finalizar
Fue por ella consolado![11]
El acto de situar a María Magdalena como personaje protagónico del episodio del deceso de Cristo implica una declaración significativa de la importancia otorgada a su figura dentro de la concepción popular del relato bíblico. La idea de que los últimos instantes de la vida de Cristo hayan estado marcados por el accionar de una mujer, sin duda implica una importante declaración respecto del rol atribuido a la figura femenina en la religiosidad popular.
Otro tópico importante abordado en los versos a lo divino es el de la Pasión y Muerte de Cristo, tema del cual podemos encontrar una abundante cantidad de ejemplos, ocupando parte importante de las publicaciones de poesía popular. Señala al respecto Maximiliano Salinas que “el punto de partida de la espiritualidad del oprimido es la Pasión y Muerte de Cristo. El Cristo sufriente y moribundo, marginado y condenado, se ha convertido en el centro de la religión de los oprimidos”.[12] Plantea además el autor que “mientras los patrones se identifican con la gloria de Dios Padre, los pobres lo hacen con el dolor de Cristo crucificado”.[13] El Cristo crucificado representa así para el pueblo una figura en la cual identifican el dolor y la miseria en la cual desarrollan sus propias vidas. La imagen de una deidad semejante, capaz de vivir las mismas condiciones en las cuales el pueblo se desenvuelve, hace del Cristo preso, juzgado y martirizado, una imagen religiosa poderosa para los sectores populares. Un ejemplo de esto lo podemos apreciar en el siguiente extracto del poema de Bernardino Guajardo, “Amor Divino”:
“Fíjate i mira la cruz,
Ese madero sangriento,
En que dió su último aliento
Nuestro redentor Jesús.
Oh sol de divina luz
Quien puede desconocer
La pasión, el padecer
I la humanidad de Cristo,
El único que se ha visto
Querer por solo querer”.[14]
El sacrificio de Cristo en nombre de la humanidad puede verse recalcado nuevamente en el siguiente extracto del poema de Rosa Araneda, “El señor crucificado”:
“Cuando el divino Jesús,
Por glorificar su nombre,
Quiso morir por el hombre
Enclavado en una cruz,
Por enseñarnos la luz
Sufrió en su tormento tanto,
Que causó angustia i espanto,
Tristeza i dolor profundo…”[15]

Muerte y Pasión de Nuestro Divino Redentor. Aunque no soy literaria : Rosa Araneda en la poesía popular del siglo XIX / compilación y estudio : Micaela Navarrete A. Santiago de Chile : Biblioteca Nacional : Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares, c1998 (Santiago de Chile : Impr. Biblioteca Nacional) 302 p. Imagen tomada de www,memoriachilena.cl
La humildad y pobreza de Cristo no son, sin embargo, elementos que solo se resalten al abordar su Pasión y Muerte. En la descripción de episodios de la vida de Jesús, es posible apreciar también múltiples alusiones a estos elementos, en los cuales el pueblo se siente cercano a la figura de Dios, quien habría optado por opción personal a una vida como la suya. Escribe así Rosa Araneda en su poema “Versos a lo adivino. El hijo de Dios nacido”:
“Gusto más grande no habrá
Ver aquel niño nacido,
Del cielo recién venido
Pobre i con tanta humildá”.[16]
La misma autora recalca este elemento en su poema “Jesús se junta por última vez con los apóstoles i se elevó en cuerpo i alma a la Gloria”:
“Siempre con toda humildad
Se presentó el poderoso,
Lleno de gloria i de gozo
Por toda la cristiandad”.[17]
El mensaje de Jesús también es recogido por los poetas populares, quienes recalcan los contenidos orientados a la igualdad social, otorgando de esta forma un contenido social reivindicatorio al mensaje cristiano. Un ejemplo de esto lo constituye el siguiente extracto del poema de Daniel Meneses, “Las tentaciones de Lucifer y el poder de Jesucristo”:
“Era tanta la bondad
Que tenía el Salvador
Con los fieles y el amor
En su mucha santidad;
De predicar la igualdad
No descansaba un momento”.[18]
Los elementos ya expuestos confluyen para la conformación de lo que Maximiliano Salinas ha denominado la “religiosidad del oprimido”. En ella, el pueblo chileno constituye una variante propia del dogma católico institucional hasta ese momento existente, en la cual se imprimen sus anhelos, inquietudes y visiones en torno a la espiritualidad. La figura cercana y maternal de la Virgen, la reivindicación de la imagen femenina y la centralidad del Cristo pobre y sufriente, hacen de la religiosidad popular chilena una variante peculiar del catolicismo, en la cual ocupa un rol preponderante la constitución de figuras de culto cercanas a la realidad social del pueblo, poniéndose énfasis en la pobreza y humildad con que estas se muestran. Además de esto, frente al carácter solemne y rígido del culto oficial, caracterizado por una deidad castigadora y el énfasis en la culpa, la religiosidad popular contrapone una variante religiosa festiva y alegre, la cual se centra en el amor de Dios a la humanidad.
Todos estos elementos generaron una natural oposición entre cada una de las visiones en torno a la religiosidad católica (institucional y popular), que llevó a un importante intercambio de críticas entre ambos sectores, en donde la poesía popular hará las veces de voz de aquella visión de la religiosidad propia de aquellos que se hallaban oprimidos no solo en los ámbitos social, económico y político, sino además en lo espiritual.
[1] Orellana, Marcela, El canto por angelito en la poesía popular chilena. Revista de Humanidades Mapocho, Dibam, nº 51, primer semestre de 2002, p. 75.
[2] Lenz, Rodolfo, Sobre la poesía popular impresa de Santiago de Chile. Contribución al folklore chileno. Santiago, Anales de la Universidad de Chile, 2012,p. 587.
[3] Salinas Campos, Canto a lo divino y religión popular en Chile hacia 1900, p. 21.
[4] Godoy, La cultura chilena, pp. 453-456.
[5] Subercaseaux, Bernardo, Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Tomo II. Fin de siglo: La época de Balmaceda. Santiago, Universitaria, 1997, p. 199.
[6] Subercaseaux, Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Tomo II. Fin de siglo: La época de Balmaceda, p. 199.
[7] Araneda, Rosa, El cantor de los cantores, libro V, 1895.
[8] Araneda, Rosa, El cantor de los cantores, libro V, 1895.
[9] Salinas Campos, Canto a lo divino y religión popular en Chile hacia 1900, p. 331.
[10] Araneda, Rosa, El cantor de los cantores, libro V, 1895.
[11] Ibíd.
[12] Salinas Campos, Canto a lo divino y religión popular en Chile hacia 1900, p. 329.
[13] Ibíd., p. 329.
[14] Guajardo, Bernardino, Poesías Populares, Tomo VIII, 1885.
[15] Araneda, Rosa, Poesías Populares, Libro I, 1893.
[16] Araneda, Rosa, El cantor de los cantores, Libro V, 1895.
[17] Ibíd.
[18] Meneses, Daniel, El cielo de los amantes, 1897.
San Vicente, domingo 8 de febrero de 2015