Una noche en el infierno

Por Jaime Hernández, integrante de Patrimonio Tagua Tagua.

Nunca había vivido una experiencia de este tipo, por lo tanto lo que describiré es con las palabras de un autentico neófito.

Llegamos con un grupo conformado por miembros de Los Rastrojinos y Las Morenitas, al entrar fuimos recibidos literalmente con los brazos abiertos por el mismísimo Diablo que con un fuerte abrazo nos invitaba a entrar y probar lo que se nos ofrecía en una mesa con abundante comida.

Ya habiendo probado los manjares ofrecidos alguien invita a los músicos (que eran la mayoría) a mostrarnos algo de su repertorio. Toman posición los primeros y la música comienza a fluir. El ambiente se envuelva en un cálido manto sonoro que nos cobija y convida a movernos a su ritmo, estaba en presencia de la tradición folclórica viva.

Personajes como La Maruja y el Peyuco nos deleitaron y a la vez nos hicieron reír con sus bailes y maravilloso sentido del humor, la señora Aída Correa y sus discípulos recitaban versos, mientras que don Moisés Zamudio y el Diablito con Tierra de Cosechas, Las Morenitas y Los Rastrojinos nos hicieron bailar y cantar al ritmo de su música, pasando por cuecas, tonadas cuyanas, valses peruanos, rancheras, etc.

En cierto momento preguntamos al Diablo, sobre el motivo de esta celebración, su respuesta fue tajante y sincera: “no hay motivo, solo juntarse con los amigos a compartir y aprovechar el feriado”. Su respuesta nos hizo entender que esta es la realidad del campo chileno, donde vive y reside la tradición folclórica. Muestra de una identidad que perdura pese al embate de la tecnología y a una globalización homogeneizadora.

El gozo y la alegría aceleraron el paso del reloj, ya era hora de partir. La despedida no fue algo triste, el alma ya estaba llena con esta experiencia renovadora y porque sabíamos que esto se repetiría. En el infierno del diablo Salas la tradición vive y se vive.

San Vicente de Tagua Tagua, 26 de junio de 2017