Mario Lizana Guajardo
Nacido en Cahuil, al sur de Pichilemu, en 1956, es poeta popular y cantor a lo humano y a lo divino, además de compositor de tonadas y cuecas. Desde su infancia escuchó a su madre y otras cantoras de su pueblo, además de conocer a varios cantores en velorios de angelito. En Cahuil no había fiestas, sino que estaba siempre presente la cantora y su guitarra. Su padre recitaba versos. “Verseaba”, según dice. Había música en trillas, casamientos, novenas, pero lo más frecuente era el velorio del angelito, los que presenció desde muy pequeño, incluyendo velorios en su propia familia.
Se inició en la guitarra mirando a su madre. Agrega la anécdota que le sucedió en un casamiento, que en su infancia duraban tres o cuatro días, donde la cantora terminó su trabajo y dejó guardada la guitarra debajo de una cama para que nadie la tomara, sobre todo él y sus tres hermanos. Su madre se preocupó de decirles que no tomaran la guitarra porque era prestada. Pero él igual tomó la guitarra y se puso a cantar. Su abuela fue a ver quién cantaba, sabiendo que la cantora se había ido. Su abuela estaba muy sorprendida al ver que era él quien cantaba perfectamente unos parabienes a los novios. Esa vez también tocó tonadas y muchas cuecas.
Sus inicios en el canto a lo divino tuvieron lugar en la década de los ’80, motivado por el Padre M. Jordá, editor de La Biblia del pueblo y otros textos que recopilan las décimas del canto a lo divino y a lo humano. Sus comienzos se dieron en el contexto de una ceremonia de canto a lo divino en la Gruta de Lourdes, en Santiago, donde participaron muchos cantores de la zona central de Chile. El cura le encontró “cara de cantor” y le pidió que cantara. Él sabía que provenía de la costa, de manera que lo motivó para volver al siguiente año a cantar. Y así lo hizo, participando por varios años en la Basílica de Lourdes y en el Templo de Maipú.
Lo más tradicional que reconoce es el canto a lo divino en el velorio del angelito: los saludos, los temas bíblicos, como la creación del mundo, la anunciación, el nacimiento, el hijo pródigo, todo ello, según el tema que pone el cantor que inicia el canto a la rueda.
Diferencia el canto a lo divino del canto a lo humano en que el primero sale de las Sagradas Escrituras.